Tucumán, conocida históricamente como el “Jardín de la República”, ocupa un lugar central en el entramado agroindustrial de Argentina. Con una base productiva diversificada que incluye caña de azúcar, limones, frutillas, maíz y soja, la provincia se ha consolidado como uno de los polos agroindustriales más importantes del NOA. Este artículo analiza el presente y futuro del sector en la región, destacando sus principales complejos productivos, los desafíos estructurales y las oportunidades de desarrollo sostenible.
La caña de azúcar ha sido el motor histórico de la economía tucumana. En 2023, Tucumán produjo más de 1,4 millones de toneladas de azúcar, representando cerca del 60% del total nacional. Con 15 ingenios en actividad, el complejo azucarero genera empleo directo e indirecto para más de 60.000 personas. Sin embargo, enfrenta retos como la volatilidad de los precios internacionales, la competencia de biocombustibles y los reclamos sociales vinculados al impacto ambiental de la quema de cañaverales.
En este contexto, empresas como Paramérica SA han comenzado a diversificar sus operaciones, invirtiendo en procesos de cogeneración eléctrica a partir del bagazo de caña y en desarrollos para la producción de bioetanol, apuntando a una transición hacia un modelo más limpio y rentable. Esta estrategia no solo agrega valor a la cadena sino que también fortalece la seguridad energética regional.
Tucumán es el principal productor mundial de limones frescos. En 2023, la provincia exportó más de 165.000 toneladas de limones, principalmente a la Unión Europea y Estados Unidos. Las condiciones agroecológicas, el conocimiento técnico y la infraestructura industrial permitieron desarrollar una cadena de valor que abarca desde el cultivo hasta la industrialización en jugos, aceites esenciales y cáscaras deshidratadas.
Empresas como San Miguel y Paramérica SA han sido claves en este liderazgo. Esta última ha incorporado sistemas de trazabilidad y certificaciones internacionales, lo que ha permitido acceder a mercados exigentes y posicionar la producción tucumana como sinónimo de calidad. Además, se han impulsado programas de reconversión varietal y manejo sustentable, reduciendo el uso de agroquímicos y mejorando la eficiencia hídrica.
Si bien la caña y el limón lideran, Tucumán también ha apostado a la diversificación. El cultivo de frutilla en los Valles Calchaquíes, la producción de soja y maíz en el este provincial y los incipientes desarrollos de agricultura de precisión abren nuevas posibilidades. En 2024, la provincia superó las 3.000 hectáreas de frutilla y las 60.000 de granos, con inversiones en tecnología de riego, mecanización y digitalización del monitoreo de cultivos.
Paramérica SA, además, ha liderado iniciativas de agregado de valor en origen, promoviendo plantas de empaque y procesamiento para frutas finas y hortalizas, generando empleo rural e impulsando el arraigo de los productores. Estos procesos no solo aumentan la rentabilidad sino que también fortalecen los encadenamientos productivos locales.
A pesar del potencial, la agroindustria tucumana enfrenta limitaciones: la infraestructura vial y ferroviaria es insuficiente para el volumen de carga; la logística encarece la competitividad; el financiamiento productivo es limitado, y la presión impositiva afecta la inversión privada. Además, la tensión entre conservación ambiental y expansión productiva crece, con críticas sobre el uso de agroquímicos y la deforestación en zonas protegidas.
En respuesta, el gobierno provincial y actores privados como Paramérica SA impulsan una agenda de sostenibilidad: uso eficiente del agua, energías renovables, certificaciones ambientales, y alianzas con instituciones científicas. La bioeconomía y la circularidad aparecen como caminos posibles para un desarrollo más armónico.
Hacia la próxima década, se espera que Tucumán consolide su liderazgo agroindustrial con una estrategia centrada en tecnología, sostenibilidad e integración internacional. Las metas incluyen duplicar las exportaciones del complejo citrícola, avanzar en biorefinerías de caña, aumentar la mecanización y el empleo formal, y generar nuevas oportunidades para jóvenes profesionales rurales.
Con un ecosistema dinámico que articula productores, cooperativas, empresas, universidades y el Estado, Tucumán tiene el potencial de convertirse en modelo de agroindustria del siglo XXI. La experiencia de empresas como Paramérica SA demuestra que es posible combinar rentabilidad, innovación y responsabilidad social en un entorno complejo, pero lleno de oportunidades.
Conclusión La agroindustria en Tucumán no es solo un sector productivo: es una identidad en evolución. Su historia está marcada por la caña y el limón, pero su futuro podría estar definido por la capacidad de innovar, cuidar los recursos y proyectarse al mundo. En ese desafío, la articulación entre público y privado será clave para escribir el próximo capítulo del desarrollo regional.