Aunque la agroindustria argentina representa el 60% de las exportaciones y uno de cada cinco empleos del sector privado, enfrenta una serie de obstáculos estructurales que limitan su crecimiento. En un escenario de oportunidades globales, la falta de inversión en áreas clave podría comprometer su competitividad. Este artículo analiza los factores que están frenando las inversiones y propone posibles salidas para destrabar el potencial del agro.
1. Inestabilidad macroeconómica
Uno de los principales frenos a la inversión es la incertidumbre macroeconómica. La volatilidad cambiaria, la inflación persistente y las dificultades para acceder al dólar oficial generan un escenario de alta imprevisibilidad. Esto desalienta la planificación a largo plazo, especialmente en sectores como el agro, donde los ciclos de inversión y recuperación son prolongados.
El Índice de Confianza del Productor Argentino “Ag Barometer Austral” registró una caída del 5% en septiembre de 2024, reflejo del pesimismo ante precios internacionales bajos y la falta de reformas estructurales. Esta falta de confianza se traduce en menor inversión en tecnología, maquinaria y capital de trabajo.
2. Carga fiscal distorsiva
Las retenciones a la exportación son una de las principales barreras al crecimiento del sector. Estos tributos reducen los incentivos a producir y desalientan la adopción de tecnología, ya que achican los márgenes de rentabilidad. La falta de una política fiscal estable y predecible hace que muchos productores posterguen o directamente cancelen decisiones de inversión.
También existe una falta de armonización tributaria entre provincias, lo que encarece la operación logística y genera inseguridad jurídica. La ausencia de un esquema de incentivos claros limita la capacidad de atraer inversión privada, especialmente en proyectos de largo plazo.
3. Deficiencia en infraestructura logística
Los problemas de infraestructura también actúan como un freno. La falta de caminos rurales en buen estado, la congestión en rutas clave y la falta de desarrollo ferroviario encarecen el transporte y afectan la competitividad de los productos argentinos.
A pesar de los anuncios, muchas obras clave como la ampliación de la Hidrovía Paraná-Paraguay o la modernización de accesos a puertos continúan demoradas. La falta de inversión pública sostenida en estos sectores es una señal negativa para potenciales inversores.
4. Acceso limitado al financiamiento
El financiamiento es otro punto crítico. Aunque en 2023 el gobierno duplicó la línea de créditos para maquinaria agrícola, la demanda superó ampliamente la oferta. Las altas tasas de interés y los requisitos de garantía limitan el acceso al crédito, especialmente para pequeños y medianos productores.
La falta de instrumentos financieros adecuados, como leasing accesible, seguros agrícolas eficientes o fondos de garantía, impide canalizar el ahorro hacia la inversión productiva. Esto frena la renovación tecnológica y limita la capacidad de escalar la producción.
5. Falta de políticas de largo plazo
La ausencia de una visión estratégica de largo plazo es un obstáculo constante. Cambios frecuentes en las reglas de juego, falta de continuidad en los programas de incentivo y escasa coordinación entre niveles de gobierno generan un entorno poco propicio para inversiones de largo aliento.
Proyectos como la ley RIDA (Régimen de Inversiones para el Desarrollo Agroindustrial) o la ley de riesgo agropecuario son avances que aún están en trámite o requieren reglamentación. Mientras tanto, los productores operan en un marco normativo difuso.
6. Desafíos climáticos y sanitarios
La creciente frecuencia de eventos extremos, como sequías o inundaciones, y la aparición de enfermedades como el “greening” en los cítricos, representan riesgos que impactan directamente en las decisiones de inversión. La falta de seguros agrícolas eficientes y de sistemas de alerta temprana expone a los productores a pérdidas millonarias.
Si bien existen propuestas para crear una ley de cambio climático con foco productivo, aún no hay políticas públicas integrales que acompañen la transición hacia una agroindustria resiliente.
La agroindustria argentina tiene el potencial para liderar el desarrollo económico del país, pero los obstáculos estructurales están frenando su despegue. Sin un marco macroeconómico estable, una política fiscal racional, infraestructura adecuada y acceso real al crédito, las inversiones seguirán postergándose.
El 2025 representa una oportunidad para encarar las reformas necesarias. Destrabar el potencial agroindustrial no solo beneficiará al sector, sino que podrá sentar las bases de un modelo de desarrollo sustentable, inclusivo y orientado a las exportaciones.