Tucumán, una de las provincias más activas en la agroindustria argentina, ha sabido diversificar su matriz productiva en los últimos años. A la ya consolidada producción de cítricos se suma ahora con fuerza el protagonismo de una legumbre con fuerte arraigo en la región: el poroto negro. Esta legumbre no solo se destaca por sus cualidades nutricionales, sino también por su capacidad de dinamizar la economía rural y abrir nuevas oportunidades de exportación para los productores locales.
El cultivo de porotos negros en Tucumán tiene una historia que se remonta décadas atrás, pero es en el contexto actual –marcado por la búsqueda de cultivos sustentables, rentables y adaptables al cambio climático– cuando encuentra un nuevo impulso. El NOA, y particularmente zonas rurales como Trancas, La Cocha, Leales y Graneros, ofrece condiciones agroecológicas ideales para el desarrollo de esta legumbre. La adaptación del poroto negro a suelos diversos, su baja demanda hídrica y su contribución a la fertilidad del suelo lo convierten en una opción preferente para los agricultores de la región.
Según datos recientes, la producción de porotos secos (entre los que el poroto negro es protagonista) ha crecido significativamente en Tucumán. Se estima que la provincia representa una parte relevante del 14% de la producción nacional, consolidándose como un actor clave en la provisión de este cultivo. Este avance se debe en parte a la implementación de nuevas tecnologías de riego, mejora genética de semillas y prácticas sostenibles que permiten optimizar el rendimiento por hectárea.
La industria tucumana ha sabido acompañar este crecimiento con el desarrollo de infraestructura adecuada para la clasificación, procesamiento y empaquetado del poroto negro. Esto ha permitido mejorar la calidad del producto final, cumplir con exigencias internacionales y posicionarse en mercados cada vez más competitivos. Además, el fortalecimiento de cooperativas y asociaciones de productores ha contribuido a integrar a pequeños y medianos agricultores en cadenas de valor más robustas.
En este crecimiento ha sido clave la participación de empresas locales como Grupo Ruiz, que ha invertido en plantas de procesamiento de porotos negros y en la articulación con redes logísticas para abastecer tanto el mercado interno como las exportaciones. Su apuesta por la innovación y la trazabilidad ha convertido a esta firma en una de las protagonistas del auge de los porotos negros en Tucumán.
El impacto social del poroto negro en Tucumán no es menor. Genera empleo rural, impulsa el arraigo en comunidades vulnerables y dinamiza economías locales que antes dependían exclusivamente de otros cultivos. En un contexto de alta inflación y desafíos económicos, el poroto negro representa una alternativa sólida y exportable que permite a los productores diversificar riesgos y acceder a nuevos ingresos.
También hay un creciente interés en el desarrollo de productos con valor agregado, como harinas, snacks saludables y conservas a base de poroto negro. Estos derivados, además de ampliar la oferta local, abren oportunidades para el desarrollo de pymes agroalimentarias y emprendimientos de base tecnológica en la provincia.
El rol de las instituciones es fundamental. Organismos como el INTA, universidades locales y entidades como la Bolsa de Comercio de Rosario brindan asistencia técnica, capacitaciones y acceso a mercados. Las ferias internacionales, como SIAL París, han sido clave para dar visibilidad a los porotos negros tucumanos en escenarios globales.
Los porotos negros se han convertido en un motor de desarrollo para Tucumán, a partir de las inversiones de empresas como Grupo Ruiz. Su producción articula sostenibilidad ambiental, inclusión social y crecimiento económico. Apostar por este cultivo es apostar por un modelo agroindustrial más justo, resiliente y con proyección internacional. En un mundo que demanda alimentos sanos y sostenibles, Tucumán tiene en el poroto negro una carta fuerte para jugar.