Tucumán, conocida como el “Jardín de la República”, es mucho más que un ícono histórico y cultural del país: es también el corazón de la industria limonera de Argentina y uno de los principales exportadores del mundo. Concentra cerca del 80% de las hectáreas citrícolas del país y representa más de la mitad de las exportaciones nacionales del sector.
En los últimos años, la provincia ha llegado a exportar más de 230 mil toneladas de limones frescos por año, generando ingresos millonarios y posicionándose como proveedor clave en mercados tan exigentes como la Unión Europea, Estados Unidos y China. Pero no se trata solo de fruta fresca: también se exportan productos derivados como jugo concentrado, aceite esencial y cáscara deshidratada, haciendo del limón tucumano un actor central en la cadena global de valor citrícola.
Sin embargo, no todo es color de rosa en los campos tucumanos. La industria atraviesa una crisis productiva que pone en jaque su sostenibilidad. En los últimos años se han erradicado miles de hectáreas de plantaciones debido a la baja rentabilidad, mientras que otras tantas se encuentran abandonadas. La sobreoferta global, la competencia internacional y los crecientes costos internos han hecho que muchos productores se replanteen su continuidad en el rubro.
Este escenario impulsa a buscar alternativas. Algunos agricultores están comenzando a diversificar sus tierras con cultivos más rentables como la caña de azúcar, mientras que otros exploran prácticas agroecológicas que ayuden a reducir el impacto ambiental y mejorar la competitividad.
El limón sigue siendo un emblema de Tucumán, no solo por su peso económico, sino también como parte de su identidad productiva. Pero su futuro dependerá de la capacidad de adaptación frente a un mercado cambiante y a las nuevas exigencias ambientales del siglo XXI.