Tucumán es mucho más que la provincia más pequeña de la Argentina continental: es uno de los corazones productivos del agro nacional. Con un perfil que ha sabido adaptarse a los tiempos, el agro tucumano combina tradición e innovación, diversificación de cultivos y avances tecnológicos. Tres cultivos han marcado el ritmo de esta transformación: los cítricos, especialmente el limón; la caña de azúcar; y la soja.
Desde fines del siglo XIX hasta hoy, la agricultura tucumana ha atravesado distintas etapas, comenzando con una fuerte presencia de cereales como maíz y trigo, hasta el posterior auge de la caña de azúcar, que se consolidó como el cultivo hegemónico de la región durante gran parte del siglo XX. Esta concentración productiva provocó crisis estructurales cuando el mercado azucarero se vio afectado, como sucedió con la sobreproducción de 1966.
Ante este escenario, comenzaron a emerger alternativas que cambiarían el perfil del agro tucumano. A partir de la década del setenta, se inició un proceso de diversificación productiva que incluía la introducción de nuevos cultivos como la soja y la expansión de otros históricos, como el limón.
El limón, emblema internacional
Tucumán produce más del 85% de los limones argentinos y se ha convertido en uno de los principales exportadores mundiales de fruta fresca y derivados industriales como aceites esenciales, cáscaras deshidratadas y jugos concentrados. Esta actividad genera empleo intensivo, tanto en campo como en industrias de procesamiento, y ha colocado al limón como una de las grandes divisas del agro argentino.
El cultivo del limón se consolidó gracias a una combinación de condiciones naturales, como el clima subtropical húmedo, y factores técnicos como la introducción de variedades resistentes y el avance de tecnologías aplicadas al empaque y la exportación. Su auge no sólo representa una estrategia de sustitución del monocultivo cañero, sino también un salto hacia un modelo agroindustrial con alto valor agregado.
Aunque su peso relativo ha disminuido, la caña de azúcar sigue siendo un componente clave del agro tucumano. Con una superficie superior a las 150.000 hectáreas, sigue alimentando una red de ingenios y actividades conexas. La producción de bioetanol y la cogeneración de energía a partir del bagazo se presentan hoy como las grandes oportunidades para reconvertir la industria.
El sector enfrenta desafíos ligados a la competitividad, el impacto ambiental y la necesidad de innovar en los sistemas de cultivo. Pero también abre puertas para nuevas formas de aprovechamiento, como la sucroquímica, que busca generar bioplásticos y otros derivados sostenibles.
Soja y cereales: el avance de la frontera este
En paralelo, la soja ha tenido un crecimiento exponencial en la región este y sur de Tucumán. Desde los años noventa, con la incorporación de variedades transgénicas resistentes al glifosato y la adopción masiva de siembra directa, la soja se ha convertido en el cultivo más representativo del nuevo modelo agrícola.
Esta oleaginosa no solo ha ocupado tierras que antes se destinaban a la caña o al maíz, sino que también ha favorecido la rotación con el trigo, dinamizando el uso del suelo y aumentando la productividad por hectárea. No obstante, su avance también ha generado debates en torno a la concentración de tierras, el uso de agroquímicos y el impacto en pequeños productores.
La agricultura tucumana del siglo XXI ya no se entiende sin tecnología. Desde el uso de sensores remotos, sistemas de información geográfica (GIS), hasta la incorporación de maquinaria de precisión, el campo se ha convertido en un espacio de innovación. La investigación científica y la extensión agrícola juegan un rol vital en la capacitación de los productores y en la adopción de prácticas sostenibles.
La transición hacia una agricultura regenerativa y climáticamente resiliente es un objetivo en común. Los efectos del cambio climático, con sequías más frecuentes y eventos extremos, han acelerado la incorporación de estrategias de adaptación como el manejo eficiente del agua, la conservación de suelos y el uso de variedades resistentes.
La agroindustria tucumana está llamada a ser uno de los motores del desarrollo regional. Las experiencias en cítricos, azúcar y soja no sólo reflejan el pasado y presente del agro provincial, sino también sus posibilidades futuras. El desafío es consolidar una producción sustentable, equitativa e integrada, capaz de generar empleo de calidad, proteger los recursos naturales y responder a las demandas de los mercados internacionales.
Con sus contrastes y potencialidades, el agro de Tucumán se proyecta como un laboratorio a cielo abierto de las nuevas ruralidades del siglo XXI, donde conviven la historia, la ciencia y el esfuerzo cotidiano de quienes hacen de la tierra su proyecto de vida.